El mirador del Migdia en Montjuïc
Ya es el momento para manifestar los argumentos encontrados durante estos últimos meses de investigación sobre la batería de costa Montjuïc «1», conocida como el «búnker invisible o fantasma». Sin embargo, esta decisión no ha sido tomada a la ligera sino con cautela y una recopilación de resultados elocuentes tras muchas horas de trabajo de campo, para descubrir pruebas palpables y visibles que demuestran con profundidad la investigación global que, con una tarea personal y minuciosa me llevó a ver con claridad todo aquel terreno transformado que rodea el actual Mirador del Migdia, y que me transportó a la época de la posguerra.
No es fácil tomar una decisión sobre un tema tan delicado como el descubrimiento del secreto militar mejor guardado de la montaña de Montjuïc, tras la falta de medios y la inexistencia de colaboración por parte de los organismos competentes, siendo ésta en parte la consecuencia que me ha llevado a generar contradicciones con Jaume Susany, motivadas principalmente por pruebas difusas que él no ve con claridad y que le generan dudas sobre la existencia global de la construcción y el origen de la batería de costa. Sin embargo, Jaume, tiene todo mi respeto y admiración por sus comentarios y consejos, no dudando jamás de su postura constructiva, siendo una persona metódica y reservada que necesita mucha más claridad en las pruebas halladas para afirmar una respuesta concreta debido principalmente a nuestros escasos medios precarios que estancan la posibilidad de seguir profundizando en una investigación que alcanza su mayor grado de dificultad dependiendo de unos medios avanzados de alta tecnología -georradar y tomografía eléctrica- acompañados de medios terrestres especializados. Quizás yo, soy reservado, pero me dejo llevar más por mi intuición y obviamente por amor propio sobre el tiempo dedicado en el campo de operaciones y el estudio de los documentos encontrados en el Archivo Militar que me ofrecieron un grado muy elevado de autoestima. Tenga o no la razón Jaume, de lo descubierto en Montjuïc, siempre le estaré muy agradecido, son más de quince años de colaboración y de amistad. Por lo cual, el resultado final de la investigación de Montjuïc «1», cae sobre mi responsabilidad dejándolo al margen de los errores si los hubiera de mi argumentación y resolución.
En los artículos anteriores ofrecí una información adquirida en los Archivos Militares y en los restos encontrados sobre el terreno. Fui desenmascarando pruebas difusas pero a la vez determinantes basadas principalmente en planos, dibujos y documentos del Ejército, así como los restos encontrados de infraestructuras externas que durante años habían pasado desapercibidas hasta tal punto, que incluso llegué a dudar de la evidencia que me proporcionaban los documentos y planos consultados. No obstante, todo cambio con el descubrimiento de las infraestructuras subterráneas encontradas las cuales se podían ver en una zona de terreno no muy extensa y donde se localizaban en su exterior restos evidentes de pequeñas y medianas infraestructuras aisladas pero centradas todas ellas en el punto más elevado y estratégico de la parte sur de la montaña de Montjuïc. Pruebas palpables que en su conjunto iban ofreciendo una ventana abierta para poder confirmar que todo aquel complejo misterioso formaba parte de una gran batería de artillería subterránea secreta que todavía no había sido identificada ni catalogada, de ahí, las dudas existentes, fueron desapareciendo convirtiéndose en pruebas asociadas a una construcción real y visible.
Con esta perspectiva de argumentos planificados y de trabajos de campo realizados sobre el terreno, formaron en su conjunto la plataforma determinante para justificar el fin de una extensa y elocuente investigación que una vez catalogada pusiera en el lugar correspondiente de la historia el hallazgo encontrado en el maravilloso espacio natural abierto por el Ejército y que en la actualidad es origen de admiración a través de su Mirador del Migdia.
Todas las pruebas encontradas hacen pensar hasta el día de hoy, que el Mirador del Migdia forma parte de una infraestructura militar secreta construida a finales de los años 40. Las magníficas vistas orientadas y abiertas hacia el Delta del Llobregat y el Puerto de Barcelona, son sin duda alguna uno de los principales elementos estratégicos que ofrece la parte sur de la montaña, por eso no es de extrañar que el lugar fuera militarizado y construido como defensa de la costa barcelonesa una batería de artillería subterránea instalada en el acantilado más elevado y vertical del punto geodésico del lado sur del Castillo de Montjuïc. Aunque se han publicado imágenes sorprendentes en videos y artículos bien documentados (lacruelguera.com), todavía el Instituto de Cultura de Barcelona (Icub) no ha ofrecido una respuesta oficial que atribuya la existencia de una base militar subterránea en la zona sur del castillo, achacándolo a una supuesta base antiaérea construida durante la Guerra Civil, la cual quedó inoperativa. Sin embargo, adelantándome a las posibles actuaciones por parte del servicio de arqueología del Consistorio, el cual, efectuaría una prospección mediante georradar y tomografía eléctrica desde el exterior con el fin de encontrar la entrada de la supuesta batería, me atrevo a confirmar que la entrada que daba paso a la carretera principal subterránea que transitaba a lo largo de la batería de Sur a Norte alimentando los túneles e instalaciones para ubicar las 4 piezas de artillería Vickers de 15’24 centímetros en las casamatas y cañoneras en el vértice del acantilado de la montaña, está localizada y a la vista del ojo humano, solamente tuve que explorar el terreno minuciosamente a través de las instrucciones y dibujos que el propio Ejército realizó para la construcción global y que podemos apreciar en los artículos anteriores, para observar que aunque había cambiado el paisaje para abrir el lugar y realizar el Mirador del Migdia, todavía quedaban rastros visibles que coincidían los unos con los otros, hasta que pude formar el dibujo preciso que coincidía con la documentación del Ejército, dándome la solución de lo que no podía ver de las instalaciones subterráneas.
Los puntos amarillos representan los tramos de la carretera exterior que accedían por la parte derecha a la entrada del túnel, y por la parte izquierda la salida o viceversa ya que la carretera se construyó para permitir la doble circulación. Los puntos rojos simbolizan en toda su extensión la carretera subterránea desde la entrada y la salida del túnel, el punto blanco indica la unión de ambas carreteras exteriores con el camino principal. Los puntos verdes significan los túneles que llevaban a las casamatas donde estaban instaladas las piezas de artillería en el vértice del acantilado, siendo el orden de las baterías 1-2-3-4, de derecha a izquierda. El Mirador del Migdia sería en este caso el representado en la parte inferior derecha del dibujo original.
Visiblemente se aprecian otros vestigios en el exterior que han quedado perennes en el paisaje del Mirador del Migdia que deben ser relacionados como ya comenté en los anteriores artículos con la instalación militar: un pozo ciego de agua junto a la caseta que en realidad era la escalera que comunicaba el Puesto de Mando subterráneo y la sala donde estaba ubicado el Telémetro, dos bloques rectangulares de cemento armado qué, evidentemente, podían formar parte de las instalaciones externas del Puesto de Mando, y un pozo de ventilación con escaleras de gato tapado en el centro geodésico, justo en medio de las cañoneras, que llegaba hasta el corazón de la instalación y del cual hablaremos en su momento.
Sin embargo, había que localizar la entrada del túnel de la carretera subterránea, y para ello, debía centrarme en los dibujos hallados en el Archivo Militar y valorar sobre el terreno la línea a seguir para encontrar el camino construido por el Ejército que me llevaría al desnivel elegido a pesar de los cambios que durante décadas fueron transformando el paisaje de la parte sur de la montaña, y desde allí iniciar el punto de partida. Proseguí la caminata con los dibujos en la mano. La carretera actual una vez dejada la zona de aparcamientos me llevó hacía la proximidad del cementerio. El trabajo de campo cada vez se hacía más interesante, entre pinedas y vegetación andaba la solución y, de repente, en la parte izquierda, me encontré en la zona más próxima a la pared del cementerio con un camino de tierra que llevaba a la parte baja del mirador, desde donde en su parte derecha continuaba el camino bordeando el acantilado, el cual en estos días se está acondicionando con nuevas vayas de madera para permitir una situación transitoria más segura para alcanzar la parte superior del mirador. En un principio todo me pareció normal, aunque delante de mí apareció un montículo elevado de tierra que en su parte superior albergaba el Mirador del Migdia. El desnivel de la parte sur de la montaña y la infraestructura global del mirador, eran idóneas para afirmar que estaba delante de la entrada de la carretera subterránea. Solamente debía repasar la Memoria Descriptiva que habían realizado los ingenieros de construcción militares para el desarrollo de la batería, la cual me daría las medidas de la altura y la anchura del túnel.
Según el programa mínimo de la obra ordenado, para obtener un presupuesto también mínimo, se proyectó lo siguiente:
Estando situadas las piezas a una altura media de 100 metros siendo la cota máxima de la montaña de 170 metros, el camino de acceso estará formado por una parte por carretera a cielo abierto (en dos tramos para tener dos accesos), de 3 metros de ancho y 786 metros de largo y por otra parte, por un túnel de 3 metros de ancho por 3´60 metros de alto en la clave y 720 metros de longitud. El ancho de 3 metros se considera el camino para el paso de las piezas cuya anchura es de 2´60 metros. Este ancho tiene el inconveniente de no permitir la doble circulación en su interior y carretera exterior.
Por otro lado, también el Ejército, realizó el estudio de las obras que comprendían la batería completa, o sea, sin programa reducido (mínimo):
Para permitir la doble circulación y realizar ésta en las debidas condiciones, tanto a la carretera como el túnel deben tener un ancho mínimo de 7 metros que es el que tomamos en toda la longitud, disponiéndose de doble acceso como es obligado en estas obras.
No tardé mucho tiempo en darme cuenta de lo que acababa de descubrir, solamente me quedaba comprobar las medidas de la infraestructura para seguir con la convicción de que estaba delante de la entrada de la carretera subterránea, y esto me llevó a realizar la siguiente pregunta:
¿El terraplén de tierra podía ser perfectamente la pintoresca fachada para esconder y proteger la entrada de la carretera subterránea?
Como no puede ser de otra manera, tuve que volver al mirador y medir sobre el empedrado que forma la plataforma la anchura para averiguar si coincidían. La cinta métrica me ofreció una medida de 880 centímetros, o sea, 8 metros y 80 centímetros. Anchura suficiente si tenemos en cuenta el grosor de los muros de carga que soportan la estructura de la cubierta en forma de bóveda y un pequeño arcén para la circulación del personal militar. A simple vista, pude ver que la altura correspondía a la reseñada en la Memoria Descriptiva.
Aprovechando la visita, volví a recrearme en el paisaje que ofrecía las vistas sobre el Puerto y el Delta del Llobregat. A su vez, busqué desde el propio mirador alzando la vista de Sur a Norte en dirección al castillo, con el fin de encontrar una línea recta que me llevara a la caseta del Migdia. Tomé como referencia una furgoneta blanca que estaba estacionada junto al empedrado del mirador.
Seguí subiendo por el camino de tierra en línea recta hasta llegar justo al lugar donde se terminaba la carretera cementada que subía desde el aparcamiento de vehículos, a pocos metros de allí, se encontraba la caseta que era el objetivo principal y casi enfrente mismo el punto geodésico de la montaña. Desde ese lugar podía observar en línea recta la furgoneta que había designado como referencia, además, la fotografía me ofrecía ver un claro desnivel del terreno.
Cuando tuvimos el segundo encuentro con los dos miembros del grupo de Eliseo López, ellos nos confirmaron que habían realizado un dibujo a medida que iban avanzando por su interior, el cual nos mostraron sobre la situación de la construcción subterránea, llegando a la conclusión que desde el punto de entrada el cual podemos ver sellado en la fotografía, y la zona contigua donde se aprecian las vallas de madera y de color verde en el semicírculo, se encontraba la estructura que formaba una casamata enterrada que se veía en el video, lo que confirmaba que estábamos delante de la primera batería. Hacía la parte contraria, o sea, en dirección al castillo, nos documentaron con varias dependencias que no eran otra cosa que el conjunto del Puesto de Mando. Llegados al final del recorrido, se encontraron con un pozo grandioso de ventilación con una profundidad aproximada de 10 metros con escaleras de gato a ambos lados para uso del personal militar, estaban justo en el centro de las tres baterías restantes, en el punto geodésico más elevado del acantilado.
En las dos fotografías inferiores podemos apreciar el punto geodésico, la primera orientado al acantilado y la segunda hacía la caseta y Puesto de Mando.
El pozo está tapiado pero si se golpea sobre el suelo enérgicamente se puede escuchar el sonido hueco que desenmascara su tapadera. Aunque la caseta no se aprecia, así como los dos bloques de hormigón, posiblemente el mayor, de la estructura del edificio exterior y el pequeño, donde iba alojado el Telémetro y la Antena Anteojo, desde el punto geodésico a la zona del Puesto de Mando exterior, podemos apreciar en la fotografía un desnivel pronunciado que desde el mirador confirma la profundidad necesaria para construir las boquillas, los túneles, casamatas y cañoneras, que como ventanas abiertas en la roca formaban parte del vértice del acantilado. Por lo cual, la carretera subterránea pasaba prácticamente por debajo de la actual caseta o a muy pocos metros de ella dirección al desnivel de la falda de la montaña.
En un principio, existen tres opciones claras para entrar en las instalaciones subterráneas, la primera, la que dejó abierta la raíz del árbol caído y que ahora está precintada. La segunda, el pozo de ventilación con sus escaleras de gato en el punto geodésico y la tercera, las cañoneras, éstas evidentemente más expuestas al peligro ya que están en el vértice del acantilado a una profundidad de más de 10 metros. El único inconveniente ya que todos los caminos llevan a Roma, sería que se toparan con todos los pasos de comunicación tapiados tal y como podemos ver en el video de Eliseo López, no pudiéndose desplazarse de un lugar a otro. Si la investigación dependiera de mis ideas, abriría la carretera subterránea desde el mirador e iría desalojando todo aquello que entorpeciera el avance hasta liberar todas las comunicaciones y llegar a las tres casamatas y cañoneras invisibles hasta el día de hoy. Esta acción también nos llevaría a la salida de la carretera en los terrenos colindantes a la caseta en la falda más próxima al camino cementado donde está el muro de la fuente.
El tiempo nos dará o nos quitará la razón, pero ahora mismo la pelota está sobre el tejado de los organismos competentes, y estos no están o no quieren entrar al trapo, dejando pasar el tiempo sin ofrecer una solución a unas construcciones que llevan bajo tierra la friolera de 75 años esperando ser descubiertas, catalogadas y aprovechadas para ser visitadas en un futuro no muy lejano. Queda mucho trabajo por delante, un mundo subterráneo por descubrir, huellas palpables que fueron depositadas con todo sigilo y que en su día y hasta los actuales, representó la construcción militar mejor guardada de la montaña de Montjuïc.
interesans fotos fetes aquet any 2023 gracies per continua envian correos espero que estigue tots be nosaltres disfrutan de la jubilacio merescuda una abrassada
La entrada tapiada que denomina como «pozo de ventilación» son sin duda las que en otro comentario indiqué que bajabamos de niños y que conucian a unas vias con vagonetas… Por cierto siempre se habian conocido como «los fosos de antiaereo»
Saludos!