De Alcañiz al Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores. Parte III.
El país había sido destruido de Norte a Sur y de Este a Oeste, por una guerra civil donde algunas de las naciones que intervinieron aprovecharon la contienda española como polígono de experiencias y entrenamiento, sobre todo para ejecutar como probeta de ensayo las nuevas tácticas de combate y las más modernas y crueles armas de destrucción, preparándose en sí, a una posible Segunda Guerra Mundial que ya se estaba maquinando por algunas potencias europeas y que empezaría cinco meses después, el 1 de septiembre de 1939 con la ocupación de Polonia por las tropas alemanas. España quedó inmersa en la ruina entre escombros, muertos, heridos, mutilados, desaparecidos, prisioneros políticos y de guerra, en un caos donde el hambre y la miseria hacían estragos entre la población civil. Pero llegó el día y la hora de empezar a reconstruir lo que había sido destruido; ferrocarriles, aeropuertos, puertos, carreteras, fábricas, minas y viviendas entre otras cosas. Para ello, era fundamental la mano de obra con el fin de reiniciar un proceso de rehabilitación y construcción en la Obra pública y civil, y el Régimen franquista contaba ni más ni menos que con 400.000 vencidos, políticos y presos, que serían utilizados como esclavos por las empresas como trabajadores forzados, y entre ellos se encontraba mi padre.